RESÚMENES BLOQUE 7


7.1. LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): CÁNOVAS DEL CASTILLO Y EL TURNO DE PARTIDOS. LA CONSTITUCIÓN DE 1876.

INTRODUCCIÓN: comienzo y ejes del nuevo reinado.
El 19 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos encabezó un alzamiento en Sagunto y proclamó rey de España a Alfonso XII, hijo de Isabel II, siendo el general Serrano desautorizado por sus oficiales y exiliado temporalmente. Al día siguiente, se formó en Madrid un gobierno provisional presidido por Cánovas del Castillo. Éste ya gozaba de la confianza del rey, a quien había ayudado a redactar el Manifiesto de Sandhurst, hecho público a principios de diciembre del mismo año y en el que se exponían los principios del futuro régimen de la Restauración.
 El 9 de enero de 1875, el joven rey entró en España por Barcelona, donde fue recibido con una gran cordialidad oficial y popular.
Los ejes políticos esenciales que marcan la primera fase de la Restauración son el fin de la guerra carlista, el establecimiento del bipartidismo, la alternancia pacífica en el poder y la pacificación de Cuba.
La primera acción política importante del nuevo rey, bajo la dirección de Cánovas, fue desplazarse al norte de la Península para dirigir la guerra contra los carlistas, que había empezado tres años antes. La llamada Tercera guerra Carlista (1872-1876).
Mientras Alfonso se dirigía hasta la zona del conflicto, ofreció una amplia amnistía, en la que proponía a todos olvidar el pasado y adherirse a la monarquía constitucional que él representaba.
Pero el conflicto no se resolvió hasta marzo de 1876, cuando Carlos VII fue vencido definitivamente. Los carlistas ya no volvieron a levantarse en armas, aunque sí que se mantuvo su pensamiento tradicionalista. A partir de su derrota militar, participaron en la vida política, situándose en la extrema derecha del Parlamento.
Cánovas aprovechó el fin de la guerra para derogar aspectos esenciales de los fueros vasco-navarros.
Otro éxito del nuevo régimen fue la pacificación de Cuba. Después de la Revolución del 68, comenzó una guerra de liberación iniciada con el grito de Yara. Martínez Campos consiguió firmar la Paz de Zanjón, en febrero del 1878, en virtud de la cual se concedía a los cubanos los mismos derechos que los españoles, consiguiendo la tranquilidad a las islas.

EL SISTEMA CANOVISTA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1876
Cánovas del Castillo impulsó un régimen bipartidista inspirado en el modelo inglés, con el fin de acabar con las tensiones que habían marcado la política del país a lo largo del siglo XIX, y asegurar la estabilidad del régimen nacido con la Restauración.
Su intención era que hubiese dos grandes partidos políticos que pudieran aglutinar diferentes criterios, respetando la legalidad que él había diseñado. Esto suponía dejar fuera del sistema a las organizaciones políticas que no aceptaran la monarquía restaurada y la dinastía borbónica. Así, los partidos que dominaron la escena política en este período fueron el Conservador y el Liberal.
Cánovas lideró el Partido Liberal Conservador, conocido como Partido Conservador. Sagasta lideró el Partido Liberal Fusionista, llamado después  Partido Liberal.
El Partido Conservador había ganado las elecciones y se redactó la nueva Constitución de 1876. A partir de su aprobación, la vida política del país se basó en la alternancia pacífica en el gobierno de los dos partidos.
Cánovas fue un hombre práctico en política. Encargado de dirigir el país y dotarlo de un nuevo marco político de actuación, creyó que principios como la patria, la monarquía, la libertad, la soberanía compartida o la propiedad eran incuestionables en la organización política del Estado, por lo que tenían que formar parte de la Constitución de manera indiscutible. Sostuvo que los sectores que no acataran estos principios no tendrían cabida en este nuevo régimen. Pero, salvo estos fundamentos básicos, las demás cuestiones del Estado podían ser objeto de debate político, respetando siempre lo que él llamó constitución interna.
La Constitución empezó a debatirse en febrero. Los conservadores, con mayoría absoluta en la Cortes, cedieron con frecuencia a las propuestas de la oposición, (partido fusionista). El resultado fue que, aparte de los principios que Cánovas consideraba básicos, otras cuestiones, fueron objeto de negociación entre los dos partidos, solucionándose mediante una redacción flexible. Las divergencias se centraron en el concepto de soberanía, el sistema electoral y la confesionalidad del Estado. Algunas de éstas se solucionaron mediante una redacción esquemática de los artículos que dejaba su concreción para las leyes posteriores que cada gobierno aprobará, según su ideología. En cuanto a la religión, se llegó a una solución de tolerancia mutua, estableciendo el catolicismo como religión oficial, pero permitiendo también la libertad de conciencia.
Muchos artículos de esta constitución ya se encontraban en la del 69, y algunos se mantuvieron sin modificar. La principal diferencia fue en el poder que se adjudicaba a la monarquía, siendo más amplio en esta última constitución.
Con esta constitución, cada Gobierno pudo legislar de acuerdo con sus ideas, pero manteniendo siempre la fidelidad a los principios constitucionales. Los conservadores aprobaron la Ley Electoral de 1878, de carácter censitario, la de prensa, la de imprenta y la que regulaba las reuniones públicas. Por su parte los liberales legislaron desde una óptica más progresista, como en el caso de la legislación sobre libertad de reunión y expresión (1881), La Ley de Prensa (1883) etc… .
El bipartidismo se consolidó definitivamente tras la muerte de Alfonso XII (1885), sin sucesión masculina y estando la reina embarazada. Los dos partidos acordaron el turno político para asegurar la estabilidad del régimen, en el Pacto de El Pardo. De esta manera se mantuvo el régimen durante la regencia de Mª Cristina.
Tras la muerte de Alfonso XII, en 1885 Cánovas del Castillo dimitió y la regente María Cristina nombró presidente a Sagasta. La continuidad del régimen quedaba asegurada con el turnismo. Durante los cinco años de gobierno de Sagasta (1885-1890), los liberales llevaron a cabo una importante labor reformista: leyes de libertad de cátedra, de prensa, de asociación y sufragio universal masculino.
 La vuelta de los conservadores al poder en 1890 supuso el retorno a una política proteccionista, que interesaba a los industriales catalanes y vascos y a la burguesía agrícola castellana.
Sagasta volvió a gobernar de julio de 1892 a marzo de 1895. Lo más destacado de su mandato fue el proyecto de reforma de la administración de Cuba, cuyo fracaso dio paso a una nueva guerra en la colonia.
 En 1895 vuelve a gobernar Cánovas, que fue asesinado en 1897, en un atentado perpetrado por un anarquista. Tal hecho aceleró el turno y fue Sagasta quien tuvo que afrontar el Desastre del 98.
Al llegar a la mayoría de edad, Alfonso XIII, hijo de Alfonso XII, fue proclamado rey, dando fin a la regencia de María Cristina.
 Con el sistema canovista y su aplicación, el turno de partidos, bajo la apariencia de democracia y a cambio de garantizar la estabilidad política, institucionalizó un régimen oligárquico en el cual los resultados electorales no obedecían a la voluntad general y sí a los intereses políticos del momento. Así, durante el periodo de la Restauración, independientemente del tipo de sufragio, las elecciones nunca fueron tranparentes. El mecanismo político era siempre el mismo: si un presidente del Gobierno se veía obligado a dimitir, el rey encargaba la formación de un nuevo Gobierno al líder de la oposición, quien disolvía las Cortes y convocaba elecciones que siempre ganaba por mayoría absoluta, ya que las organizaba desde el Ministerio de la Gobernación con la colaboración de los alcaldes, los gobernadores civiles (pucherazo, encasillado) y los caciques.




7.2. LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): LOS NACIONALISMOS CATALÁN Y VASCO Y EL REGIONALISMO GALLEGO. EL MOVIMIENTO OBRERO Y CAMPESINO.

INTRODUCCIÓN:
Con el sistema canovista (iniciado con la restauración de Alfonso XII y continuado tras su prematura muerte durante la regencia de su esposa Mª Cristina) y su aplicación, el turno de partidos, bajo la apariencia de democracia y a cambio de garantizar la estabilidad política, institucionalizó un régimen oligárquico en el cual los resultados electorales no obedecían a la voluntad general y sí a los intereses políticos del momento. Así, durante el periodo de la Restauración, independientemente del tipo de sufragio, las elecciones nunca fueron tranparentes. El mecanismo político era siempre el mismo: si un presidente del Gobierno se veía obligado a dimitir, el rey encargaba la formación de un nuevo Gobierno al líder de la oposición, quien disolvía las Cortes y convocaba elecciones que siempre ganaba por mayoría absoluta, ya que las organizaba desde el Ministerio de la Gobernación con la colaboración de los alcaldes, los gobernadores civiles (pucherazo, encasillado) y los caciques.
OPOSICIÓN AL SISTEMA:
El régimen de la Restauración, basado en la alternancia de los dos grandes partidos, marginó a amplios sectores políticos y sociales (carlismo, republicanismo, movimiento obrero y nacionalismo). Aunque las fuerzas de oposición al régimen fueron numerosas, nunca fueron una alternativa sólida al encontrarse divididas y en algunos casos enfrentadas.
a)       El carlismo o tradicionalistas, a pesar de su derrota en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), no desapareció, aunque se convirtió en un movimiento marginal, salvo en el País Vasco y Navarra.
b)       Republicanismo. El proyecto republicano: sufragio universal, laicismo, fe en el progreso basado en la educación y la ciencia, mantuvo su influencia social entre sectores ilustrados de la clase medias y obreros. Sin embargo su peso político fue insignificante debido a su división (centralistas y federalistas). La Unión Republicana, en 1896, intentó solucionar ese problema.
c)       El movimiento obrero y campesino. Los antecedentes del movimiento obrero en España se encuentran en el reinado de Isabel II. En torno a 1840 se crearon en Barcelona las primeras agrupaciones de trabajadores, sociedades de auxilio mutuo que ayudaban a los afiliados en paro, enfermos, inválidos o a sus viudas. Estas sociedades tenían como principal objetivo impedir el descenso de los salarios y conseguir el derecho de asociación.
Las duras condiciones laborales de obreros y jornaleros fueron el motivo de los numerosos conflictos que protagonizaron en el campo andaluz y principales ciudades industriales.
Los factores que propiciaron la expansión del movimiento obrero fueron: la fundación de la Primera Internacional (1864), que difundió las doctrinas socialistas y anarquistas. El reconocimiento del derecho a asociación de la Constitución de 1869 y por último el clima de inestabilidad  de la 1ª República, que fomentó la agitación revolucionaria.
El movimiento obrero, tras un periodo de decadencia al principio de la Restauración, se recuperó con la aprobación de la Ley de Asociaciones de 1887 de Sagasta.
El movimiento obrero español siguió dos tendencias:
La marxista, en 1879 se fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), bajo el liderazgo de Pablo Iglesias. En 1888 los socialistas impulsaron la creación del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), con el fin de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. El apoyo al partido y al sindicato creció lentamente, logrando una mayor presencia en Madrid, Bilbao y Asturias. Su primer diputado lo lograron en las elecciones de 1910.
El anarquismo ejerció su mayor influencia entre los jornaleros en Andalucía, Aragón, Valencia y Cataluña,  se dividió en dos tipos de organizaciones:
Grupos de acción directa, que utilizaron la violencia para lograr sus objetivos, atentando contra las clases altas, políticos e incluso el rey. Uno de ellos es el que se denominó la Mano Negra.
La Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), fundada en 1881, de tendencia anarco-sindicalista. Era un grupo pacifista que proponía la huelga revolucionaria como instrumento para lograr sus fines. Esta organización acabó por disolverse debido a la represión sufrida como represalia a las acciones terroristas realizadas por los otros grupos. En 1910 se creó la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).
d)       El nacionalismo catalán y vasco y el regionalismo gallego. Los movimientos nacionalistas periféricos, sobre todo en el País Vasco  y Cataluña, surgieron como respuesta al proceso de centralización política y de uniformidad cultural impulsado por la Restauración. Entre sus reivindicaciones políticas destacaban la petición de autonomía del nacionalismo catalán y de independencia del nacionalismo vasco.
En un principio, los nacionalismos periféricos se apoyaron en las clases medias  y populares,
posteriormente las burguesías dirigentes periféricas lo utilizaron como instrumento político para obtener ventajas económicas frente al gobierno central.
El catalanismo fue desde el principio un movimiento autonomista y democrático. Un movimiento cultural llamado RenaixenÇa fue impulsor de su desarrollo en la segunda mitad del siglo XIX. Sus principales  ideólogos fueron Valentín Almirall, defensor de un catalanismo regenerador y autonomista y Enrique Prat de la Riba, fundadores de la Unió Catalanista en 1892.
Su programa político se recogió en las Bases de Manresa, que proponía un Estado catalán dentro de un Estado Español (federalismo), con un Parlamento propio y el catalán como lengua oficial.
El ideólogo del nacionalismo vasco fue Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895. El nacionalismo vasco surgió en defensa de la etnia vasca, en peligro según Arana por la supresión de los fueros de 1876  y la llegada masiva de inmigrantes por la industrialización. El PNV, en su origen, de ideología antiliberal, de base racista y ultracatólica, proponía una Euskadi independiente, católica y tradicional, bajo el lema Dios y Leyes Viejas. La ampliación de sus bases hacia una burguesía moderna e industrial provocó una tensión interna entre los defensores de la independencia y los que buscaban,  como objetivo más viable y práctico, la autonomía dentro del Estado español, poco a poco se iría imponiendo la segunda opción.
Mucho más débiles fueron los regionalismos andaluz, gallego y valenciano.
Del galleguismo destacaron los planteamientos de Alfredo Brañas, este movimiento no pretendía alcanzar un Estado independiente, ni siquiera un federalismo, sino un modelo descentralizado designado como autonomía.








7.3.EL PROBLEMA DE CUBA Y LA GUERRA ENTRE ESPAÑA Y EEUU. LA CRISIS DE 1898 Y SUS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS, POLÍTICAS E IDEOLÓGICAS.

INTRODUCCIÓN.
Los restos del imperio colonial español, tras la pérdida de la América continental a principios del siglo XIX, consistían en las dos grandes islas del Caribe: Cuba y Puerto Rico, las islas Filipinas en el Pacífico occidental y un conjunto de islotes y pequeños archipiélagos dispersos por este océano.
Cuba y Puerto Rico, islas situadas en las cercanías de Estados Unidos, tenían una vida económica basada en la agricultura de exportación, con el azúcar de caña y el tabaco como principales productos. Aportaban a la economía española un flujo continuo de beneficios. Debido fundamentalmente a las fuertes leyes arancelarias que el gobierno español imponía a esas colonias. Eran un auténtico¨  mercado cautivo¨, sin ninguna capacidad de autogobierno.
 En el archipiélago de Filipinas, en cambio, la población española era escasa y los capitales invertidos no eran relevantes. El dominio español se mantenía gracias a una fuerza militar no muy amplia y a la presencia de varias órdenes religiosas.


CONFLICTO COLONIAL
Desde 1868 las insurrecciones cubanas habían sido permanentes y fueron sofocadas tanto por la vía militar como mediante pactos políticos. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón que ponía fin al guerra de los Diez años, pero el retraso en aplicar las medidas acordadas en ella provocó un nuevo levantamiento generalizado en 1895 dirigido por José Martí. Un año después se iniciaba la insurrección en Filipinas. El envío de numerosas tropas al mando del general Weyler  que empleó una durísima represión no logró poner fin al problema, cuando dos nuevas circunstancias entraron en escena. Por una parte, los liberales, en la oposición, ante la cada vez más impopular guerra entre las clases bajas, empezaron a distanciarse de la política de Cánovas y a pedir una acción más política que militar para resolver esta crisis. Por otra, en Estados Unidos ganaron las elecciones los republicanos. El nuevo presidente,  McKingley. Era partidario de intervenir  en la contienda y de sustituir a los españoles en el dominio de la isla.
En agosto de 1897, tras el asesinato de Cánovas, subió al poder Sagasta, quien intentó solucionar el problema cubano por medios pacíficos, pero esta solución llegaba tarde, además se producía la implicación directa de Estados Unidos en el conflicto. En febrero de 1898 la explosión del acorazado Maine, fue el pretexto para que Estados Unidos declarara la guerra a España. Las derrotas en Cavite y Manila en Filipinas y de Santiago en Cuba, llevaron a la firma de la Paz de París (10 de diciembre 1898). Por ella España reconocía la independencia de Cuba así como el protectorado estadounidense sobre Puerto Rico y Filipinas. Loa territorios que España conservó en esta zona tras el tratado, acabaron siendo vendidos al poco tiempo a Alemania (islas Marianas, las Carolinas …) y a Estados Unidos.

CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98.
La pérdida de los restos del imperio desde la perspectiva económica no solo no supuso un ¨desastre¨, al contrario el fin de la guerra, permitió acometer ciertas reformas que posibilitaron un saneamiento de la Hacienda. Se produjo asimismo una repatriación de capitales y, por otro lado, no se perdieron los mercados latinoamericanos.
La derrota militar tampoco provocó cambios políticos, el turnismo habitual continuo. Sin embargo, la derrota y la pérdida de unos 50.000 combatientes produjo una gran conmoción en la sociedad española. Tanto políticos como intelectuales promovieron una profunda revisión de la situación de España. En resumen, el  ¨desastre del 98¨provocó:
       Una crisis de la conciencia nacional que se expresaría a través de la obra crítica de grandes escritores (Unamuno, Baroja, Maeztu, etc ), la llamada ¨generación del 98¨.
       Unas propuestas de reforma y modernización política: el llamado ¨regeneracionismo¨, que tuvo dos vertientes: la de la reforma política y la de la reforma educativa. El regeneracionismo político centró gran parte de sus críticas en las prácticas del régimen parlamentario. Para Joaquín Costa, máximo representante de esta corriente, era fundamental acabar con el caciquismo para recuperar la auténtica democracia.
       Los nacionalismos periféricos en la Península  adquirieron mayor empuje y protagonismo.
       El estamento militar se desprestigiaba, pues se le hacía responsable de la derrota.
       Finalmente, la vieja presencia en ultramar se trató de sustituir con una mayor atención al norte de África. El control de la franja septentrional del reino de Marruecos se convirtió en uno de los grandes  objetivos en la época de Alfonso XIII.



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